viernes, 10 de junio de 2011
Claro que me encantan las discotecas
"vayámosnos de fiesta el sábado por la noche" me dijo ayer un gran amigo mio. Pues yo le pregunté por el lugar y me dijo que a una discoteca de Torremolinos. Yo le dije encantando voy pero es que el sábado tengo una boda y no puedo. Siento haberle mentido pero era difícil decirle que no tenía ganas de ir. Sobre cuando si tenía ganas de salir por la noche pero no me apetecía ese plan tan común entre los chicos de mi hermosa edad.
Puede parecer un poco estulta mi negativa, para otros normal pero tengo mis razones para querer asistir a este tipo de eventos habituales entre chicos de mi preciosa edad. La consecuencia en mi ánimo es nefasta y no es factible castigar el alma tan precariamente. Querer o no ir a esas celebraciones puede ser para algunos un acto de sociabilidad pues de otra forma no se siente cómodos para fundirse con el pan social.
La tarea es bien fácil. Compras alcohol, te vistes informal pero formal a la vez, te llevas dinero para poder tomarte una copas en la discoteca, te esparces un perfume para atraer a las moscas, echas gasolina al coche y llamas a tus amigos para hacer 30 kilómetros o 40 entre ida y vuelta. Conduces, no puedes beber mucho y tus amigos si. Automentira impuesta porque bastante alcohol te toma aunque no lo suficiente para estar de forma precaria. Regresar habiendo bebido y sabiendo que si encuentras al caballero de la camisa verde o al señor azul puedes obtener una multa e incluso un par de meses de servicio comunitario.
Además de el dinero que te gasta, el problema del beber si conduces o tener que parar para que poten tus amigos, tienes un problema mayor y por el cual no me gusta ir de discotecas: La música es horrible y encima ni se puede conversar tranquilamente. Se prefiere estar viendo las caras y no hablarse durante 4 o 5 horas. el alcohol no es un echo sociable sino uno echo insociable pues hace que te estés feliz en lugar exquisito. La conversación entre personas es el último escalón de la vida social entre jóvenes y yo soy uno de ellos.
Puede parecer un poco estulta mi negativa, para otros normal pero tengo mis razones para querer asistir a este tipo de eventos habituales entre chicos de mi preciosa edad. La consecuencia en mi ánimo es nefasta y no es factible castigar el alma tan precariamente. Querer o no ir a esas celebraciones puede ser para algunos un acto de sociabilidad pues de otra forma no se siente cómodos para fundirse con el pan social.
La tarea es bien fácil. Compras alcohol, te vistes informal pero formal a la vez, te llevas dinero para poder tomarte una copas en la discoteca, te esparces un perfume para atraer a las moscas, echas gasolina al coche y llamas a tus amigos para hacer 30 kilómetros o 40 entre ida y vuelta. Conduces, no puedes beber mucho y tus amigos si. Automentira impuesta porque bastante alcohol te toma aunque no lo suficiente para estar de forma precaria. Regresar habiendo bebido y sabiendo que si encuentras al caballero de la camisa verde o al señor azul puedes obtener una multa e incluso un par de meses de servicio comunitario.
Además de el dinero que te gasta, el problema del beber si conduces o tener que parar para que poten tus amigos, tienes un problema mayor y por el cual no me gusta ir de discotecas: La música es horrible y encima ni se puede conversar tranquilamente. Se prefiere estar viendo las caras y no hablarse durante 4 o 5 horas. el alcohol no es un echo sociable sino uno echo insociable pues hace que te estés feliz en lugar exquisito. La conversación entre personas es el último escalón de la vida social entre jóvenes y yo soy uno de ellos.
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